14/10/09

No me vaciéis la nevera!

He aquí un cortometraje cuyo propio director denomina “pequeño poema visual”. David Ilundain no solo dirige, sino que escribe sus propios guiones. Este navarro ya lleva a sus espaldas varios premios nacionales e internacionales y tras esta experiencia ha cogido valor y ha escrito lo que será su primer largometraje, La Despedida, que será producido por Tach Producciones. Lo esperamos con impaciencia.

De momento nos obsequia con En el Frigo [2004], un corto de ficción rodado con una cámara prestada y entre amigos, pero que le ha reportado algún que otro premio nacional. Des del principio al final del cortometraje solo vemos la imagen de una cámara fija, situada en la cocina de Luís, que nos deja espiar escenas y situaciones mostradas de refilón.

Los protagonistas: el chico y su frigorífico, al cuál confía su más preciado bien. Los aficionados a las series de televisión española quizá reconozcan en ese chico a Fermín, el cocinero de El Internado, interpretado por Raul Fernández de Pablo. No obstante, se ha pretendido una historia anónima. El plano bajo difícilmente nos deja entrever alguna cara, y más bien nos muestra ambientes diferentes, que nos pueden resultar más o menos familiares. Nos encontramos con una magnífica puesta en escena que va cambiando de aspecto según transcurre el tiempo a pesar de que no nos movemos del sitio.

Y ahora vean el cortometraje, seguro que les saca alguna que otra sonrisa.



A partir de aquí, no leer sin haber visto el corto!

Una pareja se rompe, el frigorífico ha hecho de mensajero con una nota en su puerta. A partir de ahí, tras un período de desengaño amoroso, Luís cambia de pareja tanto como su frigo de notas e imanes. Hasta que el amor vuelve a llamar a su puerta.

En la literatura o el cine a menudo se ven grandes historias de amor, pero en este caso nos encontramos con una metáfora de lo que pasa entre una historia de amor y otra, lo que pasa en medio, lo que se podría decir el espacio para la publicidad entre un romance y otro. Intentos, desvaríos, placeres efímeros, superficialidad. Y el corazón a cubierto, en stand-by, hasta que él sólo se enciende y se pone en marcha.

Lo bueno del cine español, tanto largos como cortos, es que suele mostrar la vida tal cuál es, sin historias dramáticas hollywoodienses, diálogos imposiblemente elaborados y una sensación de opulencia sentimental que no siempre funciona. No sé si me explico. Lo grande de este corto es ver como lo corriente también puede ser poético, digno de verse y apreciarse. Como la madre más vulgar (en el buen sentido de la palabra) también te hace sonreír. Es un tipo de cine que te toma como ejemplo, a ti y a la gente común que encuentra el amor en cualquier esquina, por así decirlo, sin dramatismos ni situaciones desesperadas o abismos insalvables. Te pilla donde te pilla. Y no por eso deja de ser menos maravilloso.

Y para ser un poco cursi, un último apunte: David Ilundain nos da la oportunidad de cambiar el dicho de que cuando el amor nos deja, el corazón se nos rompe. Congelando el corazón lo conservamos tierno y fresco, en condiciones óptimas para su descongelación en cuanto consideremos preciso (aunque ese momento se demore).

No hay comentarios:

Publicar un comentario