2/9/09

"No nos podemos ir hasta que no terminemos".

Hoy veremos uno de los mejores CORTOS A LA CARTA publicados hasta el momento.
El responsable (en la foto) es Daniel Guzmán, más conocido por ser el protagonista de cierta serie en cierto canal de televisión. Pero el curriculum de este creador es tan largo como interesante. Empezó de niño como grafitero, intentó ser bombero, era crew de conciertos y de mientras, acabó siendo actor. Su salto a la gran pantalla fue en Éxtasis [1996] y siguió con Suerte [1997], Barrio [1998], El grito en el cielo[1998], Rewind[1999] y muchas otras.
Habrá opiniones para todos los gustos, y puede que su carrera como actor no sea lo suficientemente conocida como para hacernos una idea de su nivel interpretativo. Pero al llegar el 2003, Daniel (y su equipo de rodaje) hizo algo realmente único que la academia de los Goya supo premiar con muy buen ojo. Y curiosamente no lo consiguió delante, sino detrás de las cámaras.

Sueños [2003] de Daniel Guzmán es la historia de dos niños traviesos, también la historia de un ladrón, de dos policías, de los techos de un barrio, de un ciclista... de todos y cada uno de nosotros una vez lo vemos. Es una pincelada de realismo y comedia que acaba en... Bueno, vamos a verlo primero para seguir hablando de él.



A partir de aquí: no leer sin haber visto el corto!

Es una pincelada de realismo y comedia que acaba en una angustiante tragedia.
En el tejado de un edificio, Achan (Adam Jeziersky) y el Tirilla (Adrián Gordillo) juegan a tirar huevos a los transeúntes mientras se distraen con sus peleas, alegrías, decepciones y sueños. Mientras afinan su puntería o esperan a sus víctimas bajo un sol vengador, estos chicos nos enseñan muchas cosas y nos recuerdan, que una vez fuimos niños (más o menos gamberros) y tuvimos un compañero de calle con quien jugábamos día sí y día también. El realismo de la pieza es increíble. El acento de los actores, su forma de hablar, las bambas rotas, esos calzoncillos protectores y una bicicleta rota (robada, prestada o heredada seguro) son todos los utensilios que utiliza la historia para transportarnos a esta niñez tan conmovedora.

El corto empieza y acaba con las mismas frases:

Tirilla: -No nos podemos ir hasta que no terminemos, hay que esperar.
Achan: -¿Cuánto?
Tirilla: - Un rato
Achan:- ¿Cuánto es un rato?
Tirilla:- No sé, un poco!.
Achan:- ¿Ya, pero cuánto es un poco?.
Tirilla:- Yo que sé, nada!.
Achan:- ¿Nada?.


Pero todos sabemos que al final, el significado de NADA cambia completamente. ¿Y que nos quieren decir?. ¿No hay que esperar nada de la vida?. Yo creo que el mensaje tiene algo de positivo. No podemos desafiar a la muerte sin consecuencias, pero no podemos olvidar que la vida es un juego para divertirse cuanto más mejor.

Tirilla:- Oye Achan, ¿qué te gustaría ser de mayor?.
Achan:- No sé, ladrón.
[...]
y tú?.
Tirilla:- Yo nada. Yo no quiero ser mayor. Ahora hago lo que quiero, a lo mejor de mayor no puedo así que paso de probar.
Achan:- Ya, pero tú no elijes. Así que mejor vete pensando en algo.
Tirilla:- Mira, prefiero vivir dabuti de aquí a los veinte que el resto de mi vida amargao. Te lo juro.

Seguro que hay muchas interpretaciones para este final tan amargo. Me gustaría saber las vuestras...


Corto extra!, para los que habéis aguantado hasta aquí.

En muchas cosas, el Tirilla me recuerda al protagonistas de 15 días en agosto [?] de Edu Glez. El niño en esta ocasión tampoco quiere ser nada de mayor. Puede que nos hayamos equivocado todos, y que los estos niños tengan razón a fin de cuentas.










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